miércoles, 7 de julio de 2010

Cajeros

Cajeros. Hace solo una generación parecían más un objeto galáctico lleno de luces y botones, que uno cotidiano y familiar. Incluso para muchos todavía lo es. Quizá hasta podríamos anunciar su pronta desaparición con todos los nuevos instrumentos para hacer transacciones (banca electrónica, puntos de venta) pero no podemos negar el papel que ha jugado este curioso objeto en la cotidianidad de nuestros días.

Azorados, pulsando cada uno de los botones, víctimas de una cuenta regresiva y de la paranoia por algún indiscreto observador; recordando en un plano imaginario de la ciudad cual es el más cercano (y más seguro); mentándole la madre si por alguna razón nos impide obtener nuestro dinero (clave inválida, en este momento no podemos realizar la transacción); ayudándonos a continuar la noche de farra gracias a su conveniente ubicación y horario (esté donde esté el banco tal estará con usted); o simplemente dejándonos varados en algún lugar del extranjero, condenándonos al limbo, por alguna disposición cambiaria que nos impide acceder al fruto de nuestro trabajo.

Cajeros, en apariencia, frías e inanimadas máquinas, que un día pueden ser maquiavélicas herramientas de un poder opresor y otro día ángeles salvadores, todos tenemos alguna anécdota alrededor de estos aparatos escupe billetes.

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