viernes, 23 de julio de 2010

HERENCIA

Solías contarme historias de tu Rumania natal. Cómo tu familia fue separada por la guerra. Tu llegada a América, donde, te habían dicho, las calles estaban tapizadas de oro.

Pero ya no estás, están tus cosas: algunas fotografías y algunos muebles.

En la repartición de la herencia me quedó tu cuarto, el que compartías con mi abuela. Y he tomado esta foto tuya del cajón porque me gusta tu mirada altiva, tus manos gruesas de hombre de trabajo y tu elegancia al vestir, a pesar de las dificultades económicas.

Y porque llevas sombrero, una costumbre que conservaste siempre.

Ahora son tus muebles los que me cuentan historias, sólo tengo que observarlos con ese sentido escrutiñador, casi detectivesco, que encuentra evidencias microscópicas y detecta aromas como en una cromatografía.

La cama matrimonial con su copete de fina caoba es ahora el centro de mi atención. Los susurros que salen del edredón y de entre los cojines cremas y carmesí me hablan de formas sinuosas que se revuelven entre las sábanas, brazos que se abrazan, piernas que se buscan para consumar, una y otra vez, actos de amor.
La simetría en los demás elementos de la decoración me lleva a una época cuando la búsqueda de la belleza estaba basada en la armonía: dos mesas de noche, dos lámparas equidistantes, la pareja. Juntos hasta el final.

Tus muebles finos me recuerdan que aunque no era verdad lo del oro en las calles de América tú lograste, con mucho trabajo, la bonanza que no habías tenido en Europa en los tiempos difíciles que te tocó vivir.

Una parte de esa bonanza es ahora mi herencia. He tratado de honrarlos, a ustedes, al mantener casi intactos el arreglo que mi abuela daba a su dormitorio.

Pero también he introducido algunos cambios, propios de mi tiempo. El aire acondicionado y los potes de crema en la peinadora son algunos de mis aportes.

El aire es porque si abro la ventana entra el humo y el hollín del tráfico pesado que suele haber en la avenida. Las cremas están sobre la peinadora porque no caben en el diminuto estante del baño. Los muebles de tu cuarto comparten el espacio con los del recibidor porque vivo en un apartamento de un solo ambiente. El piso es de madera que no es madera.

Y no hay simetría en la cama a la hora de acostarme. No hay piernas entrecruzadas ni brazos entrelazados. Esa es una parte de tu herencia que no me quedó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario