jueves, 17 de junio de 2010

El gurrufío: ida y vuelta a la infancia


Joaquín Pereira

@kinjote

Buscando en el cajón de mis recuerdos infantiles conseguí un objeto formado por un disco y un guaral o cordel que puede ser usado como juguete, instrumento musical o arma blanca: El gurrufío.

En estos tiempos donde las distracciones se viven en 3D, las relaciones más estrechas parecieran mantenerse más por mensajes de texto que cara a cara y hasta el turismo espacial parece cada vez más cerca, me dispuse a buscar entre mis conocidos qué había sido de la vida de este curioso especimen que acompañó muchas de las horas de mi niñez-unplugged.

"¿Gurrufío? Me suena a un burro que fía", responde luego de pensarlo un poco Diego, de 11 años de edad, residente de la urbanización la Florida de Caracas, hijo de una profesora universitaria divorciada. Prefiere jugar en línea por Internet y chatear que ponerse a construir sus propios juguetes.

Navegando por la Red encontré que hay gurrufios hechos con botones, chapas, láminas circulares de madera, lata o plástico. Hasta de hueso se han encontrado algunos en Europa, que datan de la edad media.

"Jugábamos mucho con eso en la escuela. Lo enredábamos en el cabello de las compañeras para cortárselos", recuerda fácilmente Angerly de 16 años. Ella quedó excluida del sistema de educación formal debido a la violencia que imperaba en el barrio donde vivía. Su madre trasladó a la familia al sector de Santa Teresa donde invadieron una casa. Pareciera que el gurrufío aún no se encuentra en extinción: prefiere las casas más humildes para anidar.

Una vez que se conseguían los materiales se abrían dos agujeros en medio del círculo a través de los cuales se hacía pasar la cuerda anudada luego en los extremos. Solo o con la ayuda de un amigo se giraba el hilo haciendo enrollar y desenrollar al disco. Este movimiento característico es el que ha motivado algunos de los nombres que se le da a este juguete.

"Gurro significa lleva y trae en los llanos", dice Milagros, oriunda de esa región del país y quien se encuentra en la capital estudiando en la Universidad Central de Venezuela. Este significado no debe estar tan desencaminado pues el mismo sentido tiene la palabra chajalele, que es otro de los nombres que recibe el juguete en algunos países de América. Chajal se le llamaba, en Guatemala y Ecuador, al mandadero del cura, es decir, al que le llevaba y traía la comida y otras encomiendas.

Además del movimiento, el sonido que emite el gurrufío lo ha hecho un atractivo instrumento de juego y música que ha inspirado otras de sus denominaciones.

Esto lo recuerda con ojos brillantes de nostalgia la señora Reyna, trabajadora doméstica con 60 años a sus espaldas: "Claro mijo, cuando yo era una chapurrita jugaba mucho en Semana Santa con el gurrufío en Maracaibo. Lo hacíamos con latas de leche y sonaba run run rún...".

Precisamente este sonido onomatopéyico es el nombre con que más se conoce al gurrufío en América. Run-rún también es el nombre que se le da en Chile a un pájaro pequeño (Hymnops perspicillata andina) que al volar emite un sonido similar al del juguete.

Revisando los textos de educación primaria de Venezuela se puede observar cómo los juegos tradicionales se incluyen como un tema dentro del área de educación física. Nuevo Arco Iris, Nuevo Siglo, y Girasol, son algunos de los textos que intentan preservar al gurrufío entre los juguetes de los niños.

También pueden hallarse una conciencia social de conservación de los juegos tradicionales en empresas comerciales. Un ejemplo de esto son los mensajes que incluye Yukery en sus jugos Yuky-Pak, que seguro han acompañado al colegio a los niños de su casa dentro de la lonchera.

El gurrufío o run-rún ha inspirado no sólo a los niños sino también músicos, poetas y pintores se han conmovido de su sencillez y magia. En Venezuela es tan conocido el grupo de música tradicional Ensamble Gurrufío que casi le han robado el nombre al juguete. Esto se comprueba fácilmente al preguntarles a las personas a qué le suena ese nombre o al colocar la palabra en algún buscador de Internet.

La mezcla de colores que produce el disco al girar se ha plasmado en las en las obras de algunos pintores, como los chilenos Pedro Lobos (1919-1968) y Fernando Morales Jordán (1920). Este último notó también el carácter poco inofensivo del juguete en su obra de 1998 El peligroso Run-Rún. Algunas versiones de la llamada también bramadora casera se hacen con forma dentada para competir entre varios y ver cuál logra romper la cuerda del contrincante.

El poeta chileno Andrés Sabella Gálvez (1912-1989), quien fue prolífico en poesía infantil, se inspiró en el gurrufío en una de sus creaciones: “Los niños hacen que el runrún vocifere o arrulle. Entre sus manos, la rodela cantadora es una personalidad. A veces impreca el runrún y, sin duda, su contrincante habrá de ser uno, sólo perceptible para su vista. Otras, melodiosamente, entona una cancioncita como para dormir el aire...Cuando en conjunto hablan los runrunes. ¿No podríamos pensar que se está discutiendo el porvenir de los pájaros?".

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Foto: http://www.venaventours.com/divage/divage4.jpg

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