La contestadora deja oír su mensaje con un tono de voz con acento indefinible entre argentino y uruguayo: Nuestro horario de trabajo es de 9 a 12m y de 2 a 6 p.m.....No damos cita. Acérquense hasta el edificio... La voz continua con las señas de la dirección y finaliza con un amable: Estamos para servirle.
Al llegar al sitio, sobre la puerta cuelga un letrero que desafía cualquier temor a la inseguridad o delincuencia : Toque el timbre que será atendido.
La orden es cumplida y la puerta se abre dejando ver a una mujer treintona, de buen ver, quien viste unos pantalones por debajo del ombligo que piden a gritos auxilio para no sufrir el riesgo de caerse.
La sala de espera de menos de 15 metros cuadrados, iluminada con luz artificial en plena restricción, tiene seis sillas alineadas frente a un televisor de 19” que invariablemente en estos días transmite un partido de fútbol, ésta vez de Argentina contra Grecia. La única silla disponible hacía tiempo que debía haber visitado a un tapicero: su relleno se sale por los bordes como lenguas de algodón que se burlan de los presentes. En una pared un afiche de Botero muestra una de sus reconocidas gordas, con un cigarrillo en una mano y en la otra recibe de una mano que sale de los bordes del cuadro un fajo de billetes. Ya aquello da una mala espina, al igual que el otro afiche de una supuesta diosa hindú cuyos ojos estrábicos se debaten entre mirar al televisor o a un joven con el pelo ensortijado y lentes a lo Jhon Lennon, que al igual que los otros cuatro, esperan con cierta ansiedad.
No se sabe bien si la ansiedad es por ser atendidos por la vidente o por el resultado del partido que se celebra en el otro confín del mundo.
Dos puertas visibles desde la sala, permanecen cerradas y a través de una de ellas se oye una música de campanitas y voces en polifonía vocal que pretenden dar al ambiente un aire ficticio de meditación. Sobre la mesa de centro, tres figuras dominan la escena: un Buda dorado y sonriente, una bandeja con pétalos de lo que alguna vez fueron rosas y un cartel que subraya por un lado No fumar, y por el otro la propaganda de un taller mecánico.
En casi cuarenta y cinco minutos, (lo que dura el partido en su primer tiempo), nadie es llamado a transitar por el pasillo que conduce al cuarto de consulta. Las revistas que en desorden están a un lado de la silla enferma, no son sino ejemplares caducos de Estampas o Todo en domingo. Nada que leer.
Al fin sale por la retaguardia una mujer con uniforme ministerial que va directo donde la treintona, coloca 50 bolívares en un bol de vidrio y con una media sonrisa le dice Hasta pronto.
—Que pase el próximo anuncia - sin ningún entusiasmo- la dueña de los pantalones equilibristas.
— ¿Cuánto tiempo falta para que me atiendan? — se oye preguntar a una morena adolescente, pero ya embarazada.
—A este paso serán como dos horas. Es que hoy no sabíamos que iba a venir tanta gente.
En vista de que la vidente no pudo prever ese detalle, la futura madre opta por retirarse y yo tras ella. Seguro estaría más interesante lo que ella me podría decir mientras bajáramos los ocho pisos sin ascensor que lo que vería en la sala de espera.
...traigo
ResponderEliminarsangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
TE SIGO TU BLOG
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
AFECTUOSAMENTE
HISTORIAS QUE LATEN
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE BLADE RUUNER , CHOCOLATE, EL NAZARENO- LOVE STORY,- Y- CABALLO.
José
Ramón...